sábado, 5 de octubre de 2019

MIS RECUERDOS DEL MES DE OCTUBRE



Por JASA

Comenzaba octubre un poco más tarde para los chiquillos, porque la feria ocupaba los primeros días. Ya las jornadas eran más cortas, la climatología inestable y la tristeza del otoño era evidente. Los días y las luces cambiaban sus tonalidades. En un festivo y a mediados de mes, nos llegaban los sones procedentes de la Academia de Guardias y horas más tarde, con sus guantes blancos y tricornios, los alumnos inundaban la ciudad.

LOS ZAPATOS GORILA Y SU PELOTA DE GOMA

Nada más acabar la feria, en la escuela se emprendía un camino trimestral que nos llevaba hasta la Navidad. Y este camino lo recorríamos con nuestros nuevos zapatos de la marca Gorila que eran los más resistentes para los chiquillos, aunque un poco más caros que otras marcas. Si por algo se distinguía ese calzado, no era por su estética -bastante clásica por cierto- sino porque dentro de la caja también venía una pequeña pelota de goma de color verde con la que jugábamos y presumíamos ante la chiquillería. La inversión que nuestros padres hacían en este zapato había que amortizarla al menos durante un par de años, para lo cual nos compraban un número mayor del necesario y en la punta le metían algodones para que nos quedaran ajustados y no se nos salieran. El primer calzado de esta marca me lo compraron en la zapatería El Rayo, cuando ésta se encontraba en la parte trasera del mercado de abastos. Creo que dichos zapatos los llegó a heredar mi hermano Juan que venía detrás de mí.

LOS TÍSICOS, EL TÍO DEL SACO…

Para romper la inercia que llevábamos los chiquillos de todo el verano con juegos en la calle y sin horas para entrar en casa, nuestros padres tenían unos cómplices. El primer aliado era un tío que llevaba a cuestas un saco y a todos los nenes que viera fuera de su casa al anochecer, los metía en él y se los llevaba, no se sabe adónde. Pariente suyo y con las mismas intenciones despiadadas era el Tío Mantequero, que nos sacaba las mantecas para con ellas hacer jabón.
Cuando íbamos creciendo esos “tíos” quedaban muy infantiles y no nos amedrentaban demasiado. Sin embargo, nuestros mayores tenían solución para todo y se inventaron unos personajes tétricos, macabros y peores que los anteriores a los que llamaban “tísicos”. Éstos sí que nos acojonaban, porque nos chupaban la sangre y luego la vendían. No sabíamos cómo eran ni qué aspecto tenían para evitarlos y poder refugiarnos en las casas de un brinco. Nuestra imaginación de niños les ponía la figura de un ser con hábito pardo, pudiéndoles reconocer por el calzado, dado que no llevaban sandalias sino zapatos. La verdad es que para tenernos controlados y meternos el resuello dentro del cuerpo, no bastaba con los consejos o las órdenes, sino que contaban -como hemos visto- con aliados tales como La Tía Tragantía, el Tío del Saco, el Tío Mantequero, el Tío Marango, Los Tísicos y hasta el Coco. A pesar de estos miedos, ningún chiquillo de aquella infancia hemos arrastrado trauma alguno.


Texto extraído del libro en imprenta 12 MESES DE MI INFANCIA. "Úbeda en los años 60, desde la calle Fuente de las Risas".  

martes, 1 de octubre de 2019

LA PLAZA DE LOS OLLEROS (y II)

Vista desde un alfar. Foto Ventura año 1927

A mediados del siglo XX,
 este lugar fue perdiendo la importancia que tuvo tiempos atrás

Por aquellos tiempos ya lejanos, tanto la plaza de los Olleros como la calle Valencia y otras del barrio, tenían mucha vida; vida que le daban sus numerosos vecinos cuando iban de acá para allá con sus quehaceres diarios. O iban y venían acarreando sus cantaros y cubos de las fuentes, una ubicada en esta plaza y la otra la Fuente Nueva. O esa población extra que se acercaba a este arrabal para comprar algunos cacharros. O ese número ingente de arrieros que con sus bestias y carros venían para hacer la carga con piezas de barro cocidas. O aquellos otros que traían a estos hornos el barro de las canteras para convertirlo en piezas de alfarería. También transitaban por aquí numerosos campesinos y hortelanos que, iban o venían después de labrar sus fincas que tenían en la “villabajo”, y los olivareros para llevar la carga de aceituna a los diferentes molinos. Muchos vendedores ambulantes se dejaban ver por esta zona voceando sus productos o mercancía, como los carboneros que visitaban a sus clientas, los “afilaores”, etc., etc., y todos ellos hacían que la plaza y el barrio fuera un hervidero de personas.
También era característico ver transitar a grandes rebaños o hatajos de cabras y ovejas que salían de la ciudad por la mañana para pastar de día y volver al anochecer. O sea que esa zona más bien era un sinvivir, pues las mujeres como buenas amas de casa, maldecían -con razón- a tanto animal que ensuciaba la calle con sus boñigas y orines. Los alfareros se unían a dichas protestas dado que a lo largo de sus aceras sacaban y exponían una muestra de sus artículos, corriendo el peligro de que los animales e incluso los niños jugando les rompieran alguna pieza.

Pero todo ello comenzó a declinar cuando apareció el menaje de porcelana con su conocida marca San Ignacio, los cubos y barreños galvanizados, los platos y vasos de Duralex, etc., y esta industria de la arcilla cayó en picado, viéndose muchos artesanos abocados a cerrar sus talleres para dedicarse a otros menesteres u oficios. Otros, se unieron a la corriente emigratoria que comenzó en estos años, por lo que las casas dejaron de ser un hormiguero de personas, igualmente las bestias de carga, las cabras y ovejas se perdieron de los hogares y ello fue lo que convirtió a esta plaza y su entorno en el oasis de paz y tranquilidad que ahora conocemos, aunque perdiendo su estampa romanticista que en estos dos escritos hemos querido reflejar.

José Alameda Jiménez con la carga de cacharros
por el Real. Año 1930

José Alameda y Paco Gómez (hermanastros)

Paco López Sarmiento y detrás, 
Juan "Tito" y Fco. Palma Burgos

viernes, 27 de septiembre de 2019

FERIA DE SAN MIGUEL 2019, BUEN TIEMPO SIN RIESGO DE LLUVIA


Aunque un poco tarde por motivos que se han escapado de sus posibilidades, Alfonso Medina "El Piti" nos ha enviadao el pronóstico del tiempo según sus particulares cabañuelas para los últimos cuatro meses del año 2019. Como se puede comprobar, la feria de San Miguel va a ser muy buena, climatológicamente hablando. Por el contrario, anuncia que en los tres últimos meses que restan no habrá precipitaciones de lluvia; esperemos que en este último apartado se equivoque.


Especialmente para los días de feria nos ha dcicho: Comenzará con nubosidad, sobre todo por las mañanas y por las tardes quedará raso. Los días restantes no se cubrirán los cielos, salvo el día 3. En cuanto a las temperaturas, los dos primeros días serán más elevadas que el resto rozando los 28º grados y los demás oscilarán entre los 20º y 22º, salvo el día 3 que bajarán a 18º. Ausencia total de lluvias, claro está, si no hay presencia de alguna tormenta puntual, que es muy improbable. Añadir que en la feria de San Lucas el tiempo acompañará con temperaturas más elevadas aún. 

domingo, 15 de septiembre de 2019

MIS RECUERDOS DEL MES DE SEPTIEMBRE

Teatro Chino de Manolita Chen

LA FERIA EN LA ESTACIÓN

Por JASA

Detrás de la Colonia del Carmen montaban el circo Arriola pero a él nunca me llevaron mis padres; me conformaban con ver por detrás las jaulas de las fieras… 
y comprobar el pestazo que desprendían.

La celebración oficial de la festividad San Miguel en la feria de los años 60 se limitaba a una misa en Los Frailes y así se ha mantenido durante muchos años hasta la aparición del grupo parroquial que en su día impulsó Eduardo Jiménez Torres “Zorrica” y que saca en procesión al patrón desde el año 2001. La feria, durante la década que estoy recordando, tuvo su enclave en lo que iba a ser en su día la nueva estación del tranvía, aunque por avatares del destino quedó siendo la estación de autobuses y en la actualidad aún continúa así. Dentro de la edificación y a mediados de los 60 (1966-1967) se montó un parque y rio artificial con ciervos incluidos a iniciativas de la Compañía Sevillana de Electricidad en colaboración con la Jefatura Provincial de Montes, dando vida a la Feria de la Electricidad. Aquello fue un atractivo que recuerdan todos los que lo vivieron. Bajo el mismo techo se ubicaba la caseta municipal. En 1960, y esto no lo viví pero me lo han contado, en los bailes de esta caseta popular, cada día se elegía a la “Guapa” de un barrio y curiosamente uno de esos días le tocó a la representante del “Barrio de la Fuente de las Risas” ¡Qué categoría! A su alrededor se montaban las demás casetas, los carruseles y el teatro Chino de Manolita Chen, que llamaba nuestra atención pero sin saber qué espectáculo se ofrecía en su interior. Aparte de los perdurables coches de choque, estaban las Cunicas de Sánchez, las Olas de Vico, las Volaoras, los Aviones-torpedo, la Barca, el Látigo, el Baby Maribel, Baby Gaitán, etc.,… Había otras atracciones como la Casa de los Espejos, La Petite Terín, La Mujer serpiente y las tómbolas como la de Cristóbal con su regalo de ¡Balón, balón, balón y balón! o la de Las Muñecas con su premio especial de ¡Una Muñequita andadora! En el entorno, se ubicaban los bares, churrerías y varios puestos, algunos exponiendo una novedosa golosina como era la manzana envuelta en caramelo rojo y en algún rincón o esquina, un hombre o mujer vendiendo berenjenas de Almagro que tenía dentro de una orza. Y otros tenderetes que vendían marisco con montones de camarones, cangrejos y gambas muy rojizas, sobre hules de plástico blanco. Frente a la estación se instalaban otras casetas de baile, como la del Club Diana e incluso de la Cruz Roja, porque la del Club 61 la ponían en el edificio de Falange. Detrás de la Colonia del Carmen (antes de convertirse en la calle Granada) montaban el circo Arriola pero a él nunca me llevaron mis padres; nos conformábamos con ver por detrás las jaulas de las fieras y comprobar el pestazo que desprendían. En esta década se impulsaron varias actividades que ya han desaparecido, como el Concurso de Hípica en el Campo General Nogueras Márquez, desde 1967; las carreras pedestres, las carreras ciclistas y también unas curiosas carreras de camareros. Las tiradas de Pichón y Plato, las representaciones teatrales y sobre todo las corridas de toros, tenían su cita anual en estas fechas, despuntando por este tiempo nuestro torero más destacado, Antonio Millán Díaz “Carnicerito de Úbeda”. La feria de ganado estaba por entonces ubicada en la calle San Marcos e inmediaciones y pocos años después la trasladaron a la parte norte, junto a la carretera de Circunvalación y calle Carolina. Ponía el broche final la Gran Traca que, junto al Castillo de fuegos artificiales del día de San Miguel, eran los dos espectáculos pirotécnicos que en aquellos años se hacían.

Extraído del libro en preparación 12 MESES DE MI INFANCIA “Úbeda en los años 60, desde la calle Fuente de las Risas”

sábado, 31 de agosto de 2019

LA PLAZA DE LOS OLLEROS (I)


Plaza de los Olleros en los años 80.

Este enclave fue otrora el epicentro de la industria del barro

No crea el lector que la apacible y coqueta plaza de los Olleros que ahora contemplamos fue siempre así de recoleta y tranquila. Esta plaza desde tiempo inmemorial y hasta la década de 1940, tenía un aspecto muy diferente debido a que era el epicentro de toda la industria artesanal que había en su entorno, sobre todo por la gran cantidad de talleres de alfarería de varios; unos se dedicaban a fabricar el vidriado para útiles del hogar, como pucheros, ollas, platos, lebrillos, cazuelas, jarras, bacines y otras piezas menos usuales. Luego estaban otros obradores del barro que se dedicaban a realizar piezas de más envergadura, como cántaros, orzas y tinajas. También había otros de alfares a los que llamaban tejares que se dedicaban a la confección de piezas para la albañilería, como los atanores, varios tipos de tejas, baldosas y ladrillos. A todos estos alfares venían multitud de arrieros foráneos para hacer sus cargas y transportarlos a infinidad de pueblos para venderlos. Todo este ajetreo tenía su centro neurálgico en dicha plaza, en la que se formaba una estampa pintoresca con centenares de personas, decenas de carruajes y sus correspondientes caballerías. Por esa cantidad de movimiento, se establecieron en la plaza dos posadas para albergar a los transeúntes.
Al margen de toda la industria artesanal relacionada con la alfarería y heredada de los musulmanes que se establecieron por esta misma zona, también nos podíamos encontrar varios molinos aceiteros, como el de Gassó, Manuel de la Blanca, el de la Mandrona y el de Bernardino. A estas fábricas de aceite acudían buena parte de los cosecheros de la ciudad para traer su aceituna.
Para completar dicha estampa, había que añadirle una densísima población de condición humilde que vivía hacinada en casi todas las casas. Alrededor de esa numerosa vecindad, se instalaron varios negocios más, como una mercería, varias tiendas de comestibles, un horno de leña de pan cocer, una carpintería y por descontado otras tantas tabernas donde tomaban los vecinos el vino peleón acompañado de unos aperitivos muy diferentes a los de ahora, como los pajarillos fritos, alcarciles, habas verdes, garbanzos torraos, papas cocidas, boquerones y cosas similares. Mientras tanto y en muchas ocasiones, los clientes se jugaban unas partidas a las cartas, entre los que se encontraban aquellos que no tenían trabajo o al menos fijo, como los jornaleros y los campesinos que no podían ir al tajo por culpa de la lluvia.


Rincón de la Plaza de los Olleros en 1993.  


Paco Martínez “Tito”, Paco Garrido
y Juan Martínez “Tito”. 

Manuel López Sarmiento, Francisco Alameda, 
Antonio Moyar “Toni” y sentado Paco López 
Sarmiento, vendiendo en Cazorla. 

martes, 6 de agosto de 2019

ADIÓS A NUESTRO ÚLTIMO "COLMENERO"

Pedro Rodríguez Latorre "Colmenero"
(Foto.- Lorenzo Rodríguez

Rodeado de sus familiares más allegados y revestido con la morada túnica de Jesús, colgando sobre su pecho la medalla de la cofradía y entre sus yertas manos una estampa de la Virgen de los Dolores, emprendía el camino eterno el último de nuestros veteranos "Colmeneros"; sus cuatro hermanos (Diego, Manuel, Lorenzo y Blas) ya le habían precedido en este trance tan justo y necesario como doloroso y nunca deseado. Uno de sus sobrinos, Lorenzo, lo llevaba de vez en cuando a los olivares que pertenecieron a sus antecesores hoy cultivados por las manos de descendientes de su misma saga para comprobar cómo estaban las fincas y cómo se encontraba la próxima cosecha de aceituna. Él fue uno de los que emigraron a provincias más prósperas en aquellos años de mediados del siglo pasado en los que el campo no tenía futuro. Pero sus raíces las tenía en la tierra que le vio nacer, aquella que en su juventud labró con sus manos, a la que nunca dio la espalda y siempre que podía volvía a reencontrarse con los suyos no faltando nunca a la cita de cada madrugada de Viernes Santo con su Jesús, cofradía a la que pertenecen buena parte de sus familiares. Y aquí vino a pasar los años de jubilación (que fueron muchos) y aquí quería ser enterrado, junto a su mujer, Juanita. Carmen, la compañera que le acompañó durante 17 años, fue feliz a su lado y el cariño era recíproco. Ambos, desposeídos de sus parejas por la interposición de la muerte, se hicieron mutua compañía en la última etapa de sus vidas. Ayer dijimos adiós al "tío Pedro", un hombre bueno... ¡Ah! y un ferviente seguidor del Atlético de Madrid. 

Pedro Rodríguez (el 5º por la izquierda) junto a su hermano Blas,
 vistió la túnica de Jesús hasta cumplidos los 80 años de edad.
Foto JASA, abril de 1998. 

Tus sobrinos: Aurora, Lorenzo y JASA

jueves, 1 de agosto de 2019

LOS REFUGIOS ANTIAÉREOS y (II)

Refugio de San Isidoro. Foto.- Lorenzo Rodríguez Alhambra

El 5 de abril de 1938 hallamos que el alcalde había viajado a Valencia (pues no olvidemos que en aquellas fechas el gobierno de la nación se había trasladado a la capital del Turia) y una de las gestiones que hizo, fue la presentación a la Comisión Nacional de la D.E.C.A. los planos y memoria para la construcción de los refugios subterráneos sólidos y capaces, diseñados por el técnico aparejador Eduardo Boluda Leiva. Una vez examinados detenidamente por aquel organismo, salvo pequeñas modificaciones, estos fueron aprobados. Otra de la gestiones, fue la comprar una sirena que una vez instalada en punto estratégico se oyese en un radio de tres o cuatro kilómetros. También dice el periodista que Úbeda, por motivo de los muchos refugiados, había triplicado su población.
El 10 de noviembre de 1938 viene un bando que dice así: “Teniendo esta Junta, necesidad de retirar los escombros existentes en los alrededores de los refugios del Claro Alto y Plaza de Carreteros, por medio del presente, se invita al pueblo en general y especialmente a los ciudadanos que posean caballerías o posean carros, a fin de que por cada ganado que tenga retire de dichos refugios la cantidad de quince cargas, depositándolas en los murallas de los Miradores, operación que deberá de hacerse completamente gratuita, etc., etc.”. Por lo que vemos, el otro refugio proyectado en lo que ahora es la calle Almadén, ni se inició.
El 20 de noviembre de 1938 en el periódico de este día, el D.E.C.A. publica un bando en el que se da a los ciudadanos instrucciones de cómo debían de actuar en caso de bombardeo si no les diera tiempo a marchar de su casa.
El 10 de diciembre de 1938 viene otro comunicado de la D.E.C.A. con cuatro acuerdos. 
1º.- Se recordaba a los propietarios de caballerías y vehículos la obligación que tenían de retirar gratuitamente de la vía pública los escombros procedentes de los refugios tal como tenía dispuesto la Comisión Nacional de Defensa Aérea.
2º.- Acuerdo que decía en síntesis que, haciendo falta para la terminación de los refugios personal laboral que habiendo en las calles numerosos hombres parados, se había dispuesto que las autoridades civiles y militares les obligasen ir a colaborar desinteresadamente para terminar aquellas obras tan necesarias.
3º.- Se avisaba a toda la población civil y militar que de comprobarse que no colaboraban con los guardias de los refugios a la buena conservación de los mismos y se dedicaran a tirar en ellos inmundicias, los utilizaran indebidamente, o inutilizasen el alumbrado u otros enseres de los mismos, sería considerada como persona desafecta a aquella Comisión y a la República y le sería puesta una multa de consideración y puesta a disposición de la autoridad competente.
4º.- Se recordaba a los ciudadanos en general que tuvieran muy en cuenta las instrucciones que debían de seguir en caso de ataque aéreo y además advertía que aunque no sonara la alarma y oyeran algún avión que se pusieran a cubierto y no se pusieran a observarlos bajo la multa o castigo correspondiente.
El 20 de enero de 1939 venía otro bando en el que se recogía lo del anterior y además advertían cómo debían protegerse los ciudadanos de los cristales y qué debía de hacerse de noche con las luces en caso de haber alarma, pues no debía de dejarse ni un rayo de luz que pudiera ser visto por las aeronaves. Advertían que los contraventores tendrían que pagar una multa de 75 pesetas la primera vez, de 200 la segunda y si llegase a la tercera, pagaría 500 y pasaría a disposición de los tribunales competentes. Este bando se repite en todos los números del periódico citado hasta el fin de la guerra.
No sabemos cuánto dinero efectivo se empleó en la construcción de dichos refugios, pues desde que se inició la suscripción hasta que dejan de publicarla el 10 de agosto de 1938, tenían recolectadas 351.188 pesetas, pero tenemos constancia de que el público siguió colaborando casi hasta el final de la guerra. Como se puede apreciar, parece ser que la guerra acabó y el refugio de San Isidoro no les dio tiempo ni a retirar todos los escombros que habían quedado dentro del mismo.
Ventilación del refugio de San Isidoro. Foto LRA.

Sellos-cupones para sufragar la construcción de los refugios