jueves, 31 de octubre de 2019

HA FALLECIDO MARTÍN VILLAR, EL DUEÑO DE "ALMACENES MARTÍN"

Martín Villar Vizcaino

Hoy ha fallecido Martín Villar Vizcaíno, el que fuera mi jefe durante casi toda mi vida laboral, porque el primer año y medio lo fue su padre Sebastián Villar Arroyo. Vaya desde aquí el más sentido pésame para toda su familia. 

Nota.- Esta fotografía está realizada en la madrugada del 5 al 6 de enero de 1984, en el pub Blas (de los Mananos) que había al principio de la calle Minas y después de celebrar el combite anual que se hacía en esta noche tras la venta de Reyes y preparar las rebajas del día 7. Eran otros tiempos en que esta empresa, "Almacenes Martín" junto al "Métrico", fueron todo un referente en la provincia y colindantes. Fueron unos años que ya no volverán a repetirse en lo que respecta al comercio tradicional. Esos años en que los empleados, después de trabajar el sábado, se juntaban para tomar unas cañas y echar una partida de "chinos", mucho antes de que éstos nos invadieran realmente. Unos años en que el empresario y el trabajador tenían "buen rollo" y se valoraba el trabajo del obrero y se respetaba al jefe. Y fueron aquellos años en que el vocablo CRISIS aún no se había aposentado en nuestra tierra.  

JASA    

sábado, 19 de octubre de 2019

MÁS FOTOS DE LA MARCHA SOLIDARIA CONTRA EL CÁNCER






DÍA INTERNACIONAL DEL CÁNCER DE MAMA EN ÚBEDA


Hoy, sábado 19 de noviembre, Úbeda se ha vestido de rosa, del rosa de la esperanza para las mujeres que sufren el cáncer de mama, en una proporción de una de cada tres. Varios centerares de mujeres, y algunos hombres, han participado en una marcha que ha transcurrido por las principales calles de la ciudad, para finalizar en la plaza 1º de Mayo. Allí se ha leído un comunicado y acto seguido las escuelas de danza locales han ofrecido a las congregadas una selección de sus bailes sumándose todas a la coreografía. Una gran paella solidaria ha servido como colofón del Día Internacional del Cáncer de Mama. 







sábado, 5 de octubre de 2019

MIS RECUERDOS DEL MES DE OCTUBRE



Por JASA

Comenzaba octubre un poco más tarde para los chiquillos, porque la feria ocupaba los primeros días. Ya las jornadas eran más cortas, la climatología inestable y la tristeza del otoño era evidente. Los días y las luces cambiaban sus tonalidades. En un festivo y a mediados de mes, nos llegaban los sones procedentes de la Academia de Guardias y horas más tarde, con sus guantes blancos y tricornios, los alumnos inundaban la ciudad.

LOS ZAPATOS GORILA Y SU PELOTA DE GOMA

Nada más acabar la feria, en la escuela se emprendía un camino trimestral que nos llevaba hasta la Navidad. Y este camino lo recorríamos con nuestros nuevos zapatos de la marca Gorila que eran los más resistentes para los chiquillos, aunque un poco más caros que otras marcas. Si por algo se distinguía ese calzado, no era por su estética -bastante clásica por cierto- sino porque dentro de la caja también venía una pequeña pelota de goma de color verde con la que jugábamos y presumíamos ante la chiquillería. La inversión que nuestros padres hacían en este zapato había que amortizarla al menos durante un par de años, para lo cual nos compraban un número mayor del necesario y en la punta le metían algodones para que nos quedaran ajustados y no se nos salieran. El primer calzado de esta marca me lo compraron en la zapatería El Rayo, cuando ésta se encontraba en la parte trasera del mercado de abastos. Creo que dichos zapatos los llegó a heredar mi hermano Juan que venía detrás de mí.

LOS TÍSICOS, EL TÍO DEL SACO…

Para romper la inercia que llevábamos los chiquillos de todo el verano con juegos en la calle y sin horas para entrar en casa, nuestros padres tenían unos cómplices. El primer aliado era un tío que llevaba a cuestas un saco y a todos los nenes que viera fuera de su casa al anochecer, los metía en él y se los llevaba, no se sabe adónde. Pariente suyo y con las mismas intenciones despiadadas era el Tío Mantequero, que nos sacaba las mantecas para con ellas hacer jabón.
Cuando íbamos creciendo esos “tíos” quedaban muy infantiles y no nos amedrentaban demasiado. Sin embargo, nuestros mayores tenían solución para todo y se inventaron unos personajes tétricos, macabros y peores que los anteriores a los que llamaban “tísicos”. Éstos sí que nos acojonaban, porque nos chupaban la sangre y luego la vendían. No sabíamos cómo eran ni qué aspecto tenían para evitarlos y poder refugiarnos en las casas de un brinco. Nuestra imaginación de niños les ponía la figura de un ser con hábito pardo, pudiéndoles reconocer por el calzado, dado que no llevaban sandalias sino zapatos. La verdad es que para tenernos controlados y meternos el resuello dentro del cuerpo, no bastaba con los consejos o las órdenes, sino que contaban -como hemos visto- con aliados tales como La Tía Tragantía, el Tío del Saco, el Tío Mantequero, el Tío Marango, Los Tísicos y hasta el Coco. A pesar de estos miedos, ningún chiquillo de aquella infancia hemos arrastrado trauma alguno.


Texto extraído del libro en imprenta 12 MESES DE MI INFANCIA. "Úbeda en los años 60, desde la calle Fuente de las Risas".  

martes, 1 de octubre de 2019

LA PLAZA DE LOS OLLEROS (y II)

Vista desde un alfar. Foto Ventura año 1927

A mediados del siglo XX,
 este lugar fue perdiendo la importancia que tuvo tiempos atrás

Por aquellos tiempos ya lejanos, tanto la plaza de los Olleros como la calle Valencia y otras del barrio, tenían mucha vida; vida que le daban sus numerosos vecinos cuando iban de acá para allá con sus quehaceres diarios. O iban y venían acarreando sus cantaros y cubos de las fuentes, una ubicada en esta plaza y la otra la Fuente Nueva. O esa población extra que se acercaba a este arrabal para comprar algunos cacharros. O ese número ingente de arrieros que con sus bestias y carros venían para hacer la carga con piezas de barro cocidas. O aquellos otros que traían a estos hornos el barro de las canteras para convertirlo en piezas de alfarería. También transitaban por aquí numerosos campesinos y hortelanos que, iban o venían después de labrar sus fincas que tenían en la “villabajo”, y los olivareros para llevar la carga de aceituna a los diferentes molinos. Muchos vendedores ambulantes se dejaban ver por esta zona voceando sus productos o mercancía, como los carboneros que visitaban a sus clientas, los “afilaores”, etc., etc., y todos ellos hacían que la plaza y el barrio fuera un hervidero de personas.
También era característico ver transitar a grandes rebaños o hatajos de cabras y ovejas que salían de la ciudad por la mañana para pastar de día y volver al anochecer. O sea que esa zona más bien era un sinvivir, pues las mujeres como buenas amas de casa, maldecían -con razón- a tanto animal que ensuciaba la calle con sus boñigas y orines. Los alfareros se unían a dichas protestas dado que a lo largo de sus aceras sacaban y exponían una muestra de sus artículos, corriendo el peligro de que los animales e incluso los niños jugando les rompieran alguna pieza.

Pero todo ello comenzó a declinar cuando apareció el menaje de porcelana con su conocida marca San Ignacio, los cubos y barreños galvanizados, los platos y vasos de Duralex, etc., y esta industria de la arcilla cayó en picado, viéndose muchos artesanos abocados a cerrar sus talleres para dedicarse a otros menesteres u oficios. Otros, se unieron a la corriente emigratoria que comenzó en estos años, por lo que las casas dejaron de ser un hormiguero de personas, igualmente las bestias de carga, las cabras y ovejas se perdieron de los hogares y ello fue lo que convirtió a esta plaza y su entorno en el oasis de paz y tranquilidad que ahora conocemos, aunque perdiendo su estampa romanticista que en estos dos escritos hemos querido reflejar.

José Alameda Jiménez con la carga de cacharros
por el Real. Año 1930

José Alameda y Paco Gómez (hermanastros)

Paco López Sarmiento y detrás, 
Juan "Tito" y Fco. Palma Burgos