sábado, 31 de agosto de 2019

LA PLAZA DE LOS OLLEROS (I)


Plaza de los Olleros en los años 80.

Este enclave fue otrora el epicentro de la industria del barro

No crea el lector que la apacible y coqueta plaza de los Olleros que ahora contemplamos fue siempre así de recoleta y tranquila. Esta plaza desde tiempo inmemorial y hasta la década de 1940, tenía un aspecto muy diferente debido a que era el epicentro de toda la industria artesanal que había en su entorno, sobre todo por la gran cantidad de talleres de alfarería de varios; unos se dedicaban a fabricar el vidriado para útiles del hogar, como pucheros, ollas, platos, lebrillos, cazuelas, jarras, bacines y otras piezas menos usuales. Luego estaban otros obradores del barro que se dedicaban a realizar piezas de más envergadura, como cántaros, orzas y tinajas. También había otros de alfares a los que llamaban tejares que se dedicaban a la confección de piezas para la albañilería, como los atanores, varios tipos de tejas, baldosas y ladrillos. A todos estos alfares venían multitud de arrieros foráneos para hacer sus cargas y transportarlos a infinidad de pueblos para venderlos. Todo este ajetreo tenía su centro neurálgico en dicha plaza, en la que se formaba una estampa pintoresca con centenares de personas, decenas de carruajes y sus correspondientes caballerías. Por esa cantidad de movimiento, se establecieron en la plaza dos posadas para albergar a los transeúntes.
Al margen de toda la industria artesanal relacionada con la alfarería y heredada de los musulmanes que se establecieron por esta misma zona, también nos podíamos encontrar varios molinos aceiteros, como el de Gassó, Manuel de la Blanca, el de la Mandrona y el de Bernardino. A estas fábricas de aceite acudían buena parte de los cosecheros de la ciudad para traer su aceituna.
Para completar dicha estampa, había que añadirle una densísima población de condición humilde que vivía hacinada en casi todas las casas. Alrededor de esa numerosa vecindad, se instalaron varios negocios más, como una mercería, varias tiendas de comestibles, un horno de leña de pan cocer, una carpintería y por descontado otras tantas tabernas donde tomaban los vecinos el vino peleón acompañado de unos aperitivos muy diferentes a los de ahora, como los pajarillos fritos, alcarciles, habas verdes, garbanzos torraos, papas cocidas, boquerones y cosas similares. Mientras tanto y en muchas ocasiones, los clientes se jugaban unas partidas a las cartas, entre los que se encontraban aquellos que no tenían trabajo o al menos fijo, como los jornaleros y los campesinos que no podían ir al tajo por culpa de la lluvia.


Rincón de la Plaza de los Olleros en 1993.  


Paco Martínez “Tito”, Paco Garrido
y Juan Martínez “Tito”. 

Manuel López Sarmiento, Francisco Alameda, 
Antonio Moyar “Toni” y sentado Paco López 
Sarmiento, vendiendo en Cazorla. 

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