martes, 30 de abril de 2019

MADRE DE DIOS DEL CAMPO

Foto Talavera

En épocas de grandes epidemias,
la ermita-hospedería se convirtió en un lazareto

Hace algo más de un mes fue publicado en prensa que las ruinas de Madre de Dios del Campo volverían a recobrar la vida. Nosotros, celosos y atentos a todas cuantas noticias positivas acontezcan en torno a nuestro patrimonio, nos congratulamos de dicha iniciativa que mantendrá en pie los restos que se elevan erguidos de esta ermita cuyos orígenes datan del siglo XV.
Según el cronista de la ciudad, Miguel Ruiz Prieto, su erección es muy antigua. Los datos posteriores que nos aporta datan del año 1495, cuando Andrés Fernández otorgó en escritura al convento de la Trinidad un palacio que poseía a la izquierda y junto a la ermita de Madre de Dios. Las rentas y el mantenimiento del edificio fueron decayendo progresivamente por lo que a comienzos del siglo XVIII hubo que acometer unas importantes obras de reconstrucción que duraron casi medio siglo costando su intervención muchos reales de vellón procedentes de donativos y limosnas. En dicha intervención se acondicionó una hospedería para ayuda al viajero y al mantenimiento del santuario. El altar mayor de la iglesia estaba presidido por la Madre de Dios del Campo y a lo largo de la nave había varios altares menores más (Cristo del Calvario, Santa Isabel, Santiago…), también disponía de coro, sacristía y todo lo concerniente a una iglesia de culto. Un sacristán era el encargado de cuidar todo este patrimonio remozado. Los fieles dotaron de muchos bienes -sobre todo rústicos- para el mantenimiento de esta ermita-santuario. También existía una cofradía de antiguo que rendía culto a esta imagen protectora de los campos.
La estancia de los franceses no benefició en absoluto a los edificios ni a las órdenes religiosas, pero la puntilla la puso la desamortización llevada a cabo entre 1820 y 1823. Así, el decreto de 1 de octubre de 1820 editado por las Cortes del Trienio, suprimió “todos los monasterios de las Órdenes monacales; los canónigos regulares de San Benito, de la congregación claustral tarraconense y cesaraugustana; los de San Agustín y los premonstratenses; los conventos y colegios de las Órdenes Militares de SantiagoCalatravaMontesa y Alcántara; los de la Orden de San Juan de Jerusalén, los de la de San Juan de Dios y los betlemitas y todos los demás hospitales de cualquier clase”. Su patrimonio, muebles e inmuebles, quedaron “aplicados al crédito público” por lo que fueron declarados “bienes nacionales” sujetos a su inmediata desamortización siendo todos enajenados. Sin embargo, gracias a la cofradía, se mantuvo el culto a la imagen y se hacían misas. 
A lo largo de su historia este edificio ha ido pasando por numerosos avatares, dado que su hospedería también fue utilizada como hospital extramuros en épocas de epidemias, donde los enfermos sobrevivían a la cuarentena con escasos cuidados. A estos lugares se les llamaba lazaretos. El edifico donde se halla la ermita-santuario-hospedería, va dando tumbos entre penurias y limosnas durante muchos años hasta llegar a 1944 donde hay un proyecto de rehabilitación y trasformación del santuario en Casa de Ejercicios Espirituales, encargo que hizo el alcalde Bonifacio Ordóñez a Francisco Prieto, que era, ni más ni menos que, el arquitecto director de la Alhambra. Las obras llegaron a estar en un avanzado estado hasta que se abandonaron por cuestión presupuestaria. Nuevamente el edificio quedó en manos del destino y en su interior convivieron varias familias gitanas que utilizaron todo lo que en él podía arder para las lumbres y poder hacer las comidas y calentarse. El golpe definitivo que recibieron sus centenarias y olvidadas piedras (por parte de todos) les fue asestado en el verano de 1977 cuando un sacerdote solicitó a sus superiores poder hacer uso de ellas para reutilizar y emplearlas en la ermita del Pagés. La manera más rápida para hacerse con ellas fue el empleo de explosivos que dieron al traste con lo que quedaba de su espadaña esquinada y casi toda la techumbre de la iglesia.
Los más viejos del lugar aún recuerdan la traída de la Virgen en romería cada último domingo de abril hasta la iglesia de San Pablo para permanecer allí todo el mes de mayo, el mes de María. El primer domingo de junio, nuevamente en romería, era devuelta por devotos y cofrades de nuevo a su santuario. Esta imagen sagrada, como tantas otras, sufrió los avatares de la guerra civil, quedando sólo para el recuerdo la cabeza de la Virgen que fue restaurada por el imaginero local Ramón Cuadra Moreno e instalada en la pequeña ermita de nueva construcción inaugurada el 6 de diciembre de 1988 por el obispo de Jaén don Santiago García Aracil.   
Para terminar, reiterar nuestra felicitación a la empresa que ya ha comenzado estas obras de restauración con la intención de ubicar, en lo que también fue una antigua hospedería, un nuevo enclave hotelero y hostelero, sumando así otra pieza más para nuestro patrimonio que ha dejado de estar en la lista roja. Y nos viene como anillo al dedo este escrito para reivindicar, a quien competa, la pronta restauración de la ermita de San Bartolomé, antes de que las piedras de sus muros se den de bruces en el suelo.

* Datos extraídos de la Historia de Úbeda, de Miguel Ruiz Prieto y de la Historia de Úbeda en su Documentos, de Ginés Torres Navarrete.

Foto Talavera

Foto Baras

jueves, 4 de abril de 2019

LOS CANTEROS DEL GRANITO


Valga este artículo, dedicado a Juan Yerpes, como homenaje a todos aquellos canteros que trabajaron en Úbeda esta piedra tan poco común en nuestras construcciones y sin embargo tuvo su protagonismo en una industria muy nuestra. Dichos canteros, que no picapedreros, dejaron su vida y nos dejaron sus obras labrando las piedras para los tradicionales almazaras o molinos de aceite, las cuales ya forman parte de nuestra historia y algunas sirven ahora como piezas de museo y ornato.
Juan Yerpes López nació en Úbeda el año 1904. Desde muy joven entró como aprendiz a las órdenes de Fernando, un maestro de cantería. En aquellos años estuvo trabajando en la construcción del colegio y la iglesia de los Jesuitas (SAFA) donde conoció a quienes años más tarde serían sus socios. Pero su mayor reconocimiento vino en los años 40 cuando hizo sociedad con Juan Vera y Francisco Ruiz “el Gordo” para fabricar las piedras de granito de los molinos aceiteros, tanto las de la solera como los rulos.
De una cantera de granito que había entre Arquillos y Vilches, cuyos terrenos eran propiedad del prestigioso doctor Carlos Jiménez Díaz que residía en Madrid y al que le pagaban una renta por la explotación, extraían su materia prima e in situ la trabajaban. Hasta allí se desplazaban los tres socios cuando entraba la primavera permaneciendo en el tajo durante seis meses hasta la llegada el mal tiempo. Los bloques pétreos los extirpaban de la roca con el empleo de barrenos y cuñas de hierro. Después de pasar de sol a sol dando forma a las piedras con picos, cinceles y martillos, pasaban la noche durmiendo en una caseta de peones camineros. Cuando se les acababan las provisiones y necesitaban reponerlas y coger ropa limpia, se trasladaban a Úbeda haciéndose acompañar de una bestia que tenían. La demanda de sus trabajos la hacían las dos fábricas ubetenses que estaban en plena producción, las fundiciones de Fuentes Cardona y Palacín, y éstas las distribuían por toda Andalucía y La Mancha. En los meses que permanecían en Úbeda, se dedicaban a restaurar las piedras de todos los molinos aceiteros que habían instalado las fundiciones y Juan Vera también buscaba hueco para trabajar con los hermanos Olivares. Durante algunas campañas tuvieron como ayudantes extras a algunos sobrinos de Juan Yerpes como Juan Pedro, Pablo y otro procedente de Torreperogil llamado Alonso al que conocían por “el Moro”.
Aparte de esta ocupación, a la que dedicaron casi toda su vida, también tuvieron ocasión de realizar algún trabajo más artístico, como el basamento del monumento a San Juan de la Cruz, intervenciones en las obras de la iglesia de San Miguel, las peanas de los leones en la delantera del Ayuntamiento y una fuente que hay en el Paso de Despeñaperros por la antigua carretera. Para estos trabajos montaron su taller en la desacralizada iglesia de San Lorenzo. La sociedad se fue resquebrajando cuando falleció Juan Vera en 1972 a la edad de 60 años y poco después también murió Francisco. Juan Yerpes no tuvo más remedio que seguir trabajando -por eso de las no cotizaciones- hasta los 70 años. Falleció en 1993.
Juan y su familia, fueron los primeros caseros de la cooperativa La Unión conocido anteriormente por el “Molinillo” que dio nombre a la calle hasta 1958 en que pasó a llamarse calle Córdoba, siendo este mismo lugar la sede fiscal y administrativa de la cooperativa La Unión de Úbeda  hasta hace poco tiempo. En él permanecieron desde 1931 hasta 1956. Por tal motivo y durante esos años, las campañas de recolección de la aceituna las pasaba trabajando allí.