viernes, 29 de noviembre de 2019

"UNA BIENVENIDA INDECOROSA". REIVINDICACIÓN DE LOS CABALLEROS VEINTICUATRO


Caballeros Veinticuatro
Foto Alberto Román

Esta tarde ha tendio lugar la proclama anual que nuestro colectivo tiene por cosntumbre llevar a cabo al final de cada año reclamando algunas deficiencias o aplaudiendo las actuaciones bien realizadas en torno a nuestro patrimonio monumental. 


PROCLAMA ANUAL "CABALLEROS VEINTICUATRO"

AÑO 2019

Un año más y por estas fechas, nuestro colectivo independiente quiere llevar a cabo su proclama anual. Para lo cual, los Caballeros Veinticuatro nos hemos reunido esta tarde aquí.

La proclama de este año la hemos titulado: “Una Bienvenida indecorosa”. El lugar en que nos encontramos, es el que da la bienvenida a los numerosos visitantes que se acercan a Úbeda para conocer su riqueza monumental. No es precisamente una buena tarjeta de presentación la que se le ofrece a su llegada por este sitio que es el más transitado por turismos y sobre todo por autocares. Desde que entran en la Ronda de Antonio Muñoz Molina, cuya cuneta se encuentra salpicada de suciedad, no es el mejor escaparate para el turista que por primera vez pone los pies en una ciudad patrimonial. Precisamente, a nuestras espaldas, se encuentran las ruinas de la antigua tenería de la Puerta del Baño, la cual se podía poner en valor ofreciendo así un atractivo turístico más, y de paso, quedaría adecentada esta puerta de entrada para el visitante. Incluso, plantear la posibilidad de hacer unos aseos públicos por esta zona. 

Ya de paso, recordaremos que la misma estampa se les ofrece a los viajeros que llegan por la estación de autobuses, pues los jardines de la fachada principal suelen estar repletos de inmundicias durante buena parte del año. Y por descontado dedicar más esfuerzos a la limpieza de las inmediaciones de las rotondas de acceso a la ciudad. 

Proclama dada en Úbeda, ciudad del Santo Reino, el día 29 de noviembre de 2019.


(Foto Juan Ángel Gómez)

Basura acumulada en las cunetas en la
Ronda Antonio Muñoz Molina





domingo, 17 de noviembre de 2019

GRACIAS POR LA ASISTENCIA A LA PRESENTACIÓN DEL LIBRO "12 MESES DE MI INFANCIA"

JASA (autor), Diego Cano (concejal de juventud)
y Fernando Sánchez Resa (presentador) 

No soy yo el que debe valorar el acto de presentación del libro. Los que allí asistieron disfrutaron con los montajes retrospectivos de los años 60 y la música de la época. Yo sólo puedo dar las gracias por la asistencia a esas doscientas personas que me arroparon y dieron calor al acto. Destacada fue la presencia de los antiguos vecinos de la calle Fuente de las Risas. Gracias de todo corazón.

JASA

Las fotos son de mi amigo Alberto Román "el Petos". 




Los "Caballeros 24" colaboraron en la venta

Vecinos de la calle Fuente de las Risas
con los hermanos Soria Arias (abajo)

sábado, 9 de noviembre de 2019

NUEVO LIBRO DE JASA. ÚBEDA EN LOS 60 SEGÚN SUS RECUERDOS


Una nueva publicación nos presenta Juan Antonio Soria Arias. Sabemos de buena tinta que este trabajo llegará al corazón de los que nacieron en los años 50, 60 y 70, dado que retrata la infancia de todos cuantos nacieron por esos tiempos y les hará revivirlos. No vamos a desvelar mucho más, sólo que el libro tiene más de 350 páginas, que van insertadas 280 fotografías y que -según su autor- el posible lector hará un recorrido a su infancia lo mismo que él lo ha hecho mientras que lo estaba elaborando. Los años 60 del pasado siglo XX en Úbdea, ya tienen una publicación. Nuestro colectivo estará apoyando al caballero "Mercader" el próximo sábado 16 de noviembre en el auditorio del Hospital de Santiago. El día de la presentación tiene una grata sorpresa, como será la del regalo de otro libro anteriormente publicado.   

domingo, 3 de noviembre de 2019

MIS RECUERDOS DEL MES DE NOVIEMBRE


Por JASA

A pesar de comenzar con un día de fiesta, no era precisamente el mes que más atraía mi atención. Todo se tornaba de un color gris ceniza y en la calle se respiraba cierta melancolía, tristeza… brillaba menos la luz y se alargaba la oscuridad. Irremisiblemente se acercaba el invierno. Las chimeneas exhalaban el humo ceniciento del hogar desde el arranque del día. Las flores de las macetas ya no se asomaban a corrales y balcones.

EL DÍA DE LOS DIFUNTOS

Era en los primeros días de noviembre cuando la coqueta del dormitorio de mis padres cambiaba de aspecto, convirtiéndose en un pequeño altar donde se le rendía culto a los muertos y a mí me daba un poco de miedo. Allí, recostadas en el cristal biselado, estaban unas fotografías que durante el resto del año dormitaban en una caja de lata que aún desprendía olor a Cola Cao. Eran las fotografías de tres de mis abuelos. Delante de ellos, mi madre colocaba un recipiente -un tazón de loza- casi lleno de agua y se completaba con aceite usado para depositar sobre él unas mariposas encendidas que flotaban y lucían durante un día, hasta que comenzaban a chirrear, siendo esa la señal que anunciaba su final. Eran las luces para los difuntos, nuestros particulares santos. Aquellas mariposas progresivamente fueron decayendo en uso para ser sustituidas por las velas enfundadas en plástico rojo y hasta por otras imitaciones con alimentación de una pila. En todos los hogares de antaño existía esa tradición que aún se mantiene en las casas de algunos mayores.
       Las flores más populares que se ponían en las tumbas del cementerio eran las celosías, conocidas popularmente como “Crestas de gallo” y les llamaban “las flores de los muertos”. En las huertas de las inmediaciones dedicaban una parcela para cultivarlas y en el mercado de abastos se vendían durante los días previos a los Santos y Difuntos, para adornar los nichos y tumbas del campo santo. En la actualidad, esta flor ha dejado de estar vinculada a dicha conmemoración e incluso ha desaparecido de nuestro entorno.

GASTRONOMÍA POPULAR PARA LOS SANTOS

La gastronomía popular tenía para estas fechas sus especialidades concretas. Eran elaboraciones artesanales que se hacían en la mayoría de las casas, humildes o no, pero en las nuestras sí que se elaboraban en torno a la mesa de camilla y todos estábamos presenciándolas en derredor de ellas. En ocasiones, queríamos participar y meter la mano, pero los padres no nos dejaban, a lo sumo nos darían la tarea de echar el azúcar o la canela por encima. Estos platos típicos consistían en las exquisitas gachas, que muchos mocicos las empleaban para hacer la gracia tapando las cerraduras de las puertas de la calle, sobre todo donde había mocicas. Otro plato estrella eran los boniatos asados o batatas, todo un manjar para los paladares de entonces. Las castañas asadas solían venderse en la Plaza Vieja en unos puestos cercanos a los carrillos, o bien se asaban en viejas sartenes que se calentaban en la lumbre e incluso en el brasero. Alguna que otra vez mi madre nos hacía calabaza encalá. En las confiterías de la época, como las de Camprubí, Lope o Pepico, se fabricaban otros productos que también han llegado hasta nuestros días, como los Huesos de Santo o los Buñuelos de Viento. Los ubetenses de más edad recordaban que, años atrás, hubo algunos vendedores ambulantes que ofrecían estos buñuelos, destacando entre todos a uno que llamaban “El Regaera” y que se situaba a la salida de los cines o bajo los soportales de la plaza del General Saro (Plaza Andalucía) con su cesta de mimbre al brazo para venderlos, pero él los rebautizó con el sugerente nombre de “Pelotas de fraile”.
        El eje en torno al cual giraba toda la vida en los meses invernales, era la mesa de camilla; y era el común denominador de todos los hogares que se convertía en el momento ideal para que nuestras madres nos hicieran una sartená de rosetas y culminar así la felicidad del día. 

Texto extraído del libro 12 MESES DE MI INFACIA. “Úbeda en los años 60, desde la calle Fuente de las Risas”, que será presentado en el Hospital de Santiago el 16 de noviembre.