Tortas de Candelaria (Foto JASA)
Por JASA
Bajo nuestra percepción infantil, este era un mes extraño porque traía menos días que los demás. Estaba algo cansado del crudo invierno y de su climatología tan variable. Para los chiquillos y para mí, no tenía ningún atractivo y lo peor es que tampoco tenía ninguna fiesta en medio. En el campo ya se estaba acabando la recolección de la aceituna y comenzaba la corta. La oscuridad de la noche aún ganaba a la luz del día.
Bajo nuestra percepción infantil, este era un mes extraño porque traía menos días que los demás. Estaba algo cansado del crudo invierno y de su climatología tan variable. Para los chiquillos y para mí, no tenía ningún atractivo y lo peor es que tampoco tenía ninguna fiesta en medio. En el campo ya se estaba acabando la recolección de la aceituna y comenzaba la corta. La oscuridad de la noche aún ganaba a la luz del día.
LAS
TORTAS DE CANDELARIA
Durante la primera semana de este mes y debido a la
festividad de La Candelaria del día 2 de febrero, las panaderías hacían unas
tortas especiales de pan de aceite que a los niños nos gustaban mucho, aparte
de su sabor también por su forma, ya que tenían un asa; eran las Tortas de
Candelaria. Como he dicho, a los anjalicos
nos encantaba comerlas para las meriendas acompañadas siempre de una onza
de chocolate terroso de la Virgen de la Cabeza. Esta es una tradición que se
pierde en el tiempo, aunque todavía se fabrican en algunas panaderías para
dicha fecha.
LA
LLEGADA DEL PETRÓLEO
En los primeros años de esta década llegó el
petróleo a mi casa y posiblemente a muchos hogares más. Muchos mayores ni
sabían pronunciarlo bien y decían pretóleo. Y llegó como combustible revolucionario para
desbancar a la leña y los palos, puesto que era más limpio y más rápido de
prender. Muy pronto el fogón lo blanqueó mi madre y en ese mismo lugar puso una
hornilla alimentada por este combustible líquido. Todo un adelanto para la época
que se traducía en menor tiempo para hacer las comidas y menor ennegrecimiento
de las paredes de la habitación. Recuerdo ser yo el porteador de las latas de
dos o cinco litros de petróleo que me rellenaban en un despacho que había muy
próximo a la estación del tranvía, y cuando este despacho desapareció, nuestro
lugar de abastecimiento estaba en la Droguería Central más conocida por Casa
Elvira. Varios años nos acompañó esta hornilla o infernillo, que con el paso
del tiempo se convirtió en un aparato algo engorroso, hasta que fue desplazado
por la cocina de gas butano a finales de los 60.
RETAZOS
DE CARNAVAL
El Carnaval tuvo en otro tiempo una gran relevancia en
Úbeda, pero en los años 60 estaba atravesando su fase más agónica por la
prohibición dictatorial. Mis recuerdos sobre esta fiesta y en estos años de
niñez, siempre me llevan a un personaje; un hombre que se llamaba Juan
Rodríguez Martínez conocido como Juan “el Pecero”. Aunque vivía en la calle
González, su cuñado tenía casa en la calle Fuente de las Risas, y entre una y
otra vivienda hacía sus paseos ya de mayor. Era un hombre del campo pero su
profesión estaba en la albañilería; precisamente cuando se encontraba en la
construcción del colegio de los Jesuitas, tuvo un accidente quedándole como secuela
una cojera de por vida y, a pesar de ello, tenía muy buena pata durante todo el
año, pero era en el mes de febrero cuando más agudizaba su ingenio
disfrazándose de máscara para solaz recreo de la vecindad. De él guardo mis
primeros recuerdos de Carnaval.
Juan Rodríguez "El Pecero"
(Foto Baras)
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