Aunque la climatología era adversa, como en
las dos excursiones anteriores, los Caballeros Veinticuatro no nos amedrentamos
por tal contratiempo y emprendimos el camino hacia el reino de Granada para
visitar el Parque Megalítico de Gorafe y los baños y aguas termales de Alicún
de las Torres.
Tras más de hora y media de camino, llegamos
hasta la zona alta del parque donde se encuentran los dólmenes o tumbas milenarias
más antiguas del lugar; una zona donde hay descubiertos más de doscientos sepulcros
megalíticos distribuidos en diez necrópolis, convirtiéndose por ello en el
parque arqueológico de más importancia a nivel europeo, dado que aquí se
encuentra la mayor concentración de construcciones prehistóricas de este tipo.
Tras recorrer esas tumbas, todas orientadas al saliente, y contemplar el gran
espectáculo que ofrece la depresión del río Gor que se presenta como un cañón
de doce kilómetros de largo, nos dirigimos a la pequeña población de Gorafe
para visitar el Centro de Interpretación del Megalitismo, donde tuvimos la
fortuna de que nos hiciera de guía una simpática ubetense, Rocío, hija de Gabriel
Campos Jimeno.
Después de tomar un tentempié en el Hogar del
Pensionista de esta pequeña población y tratar de descubrir su castillo del que
no existen prácticamente vestigios, nos dirigimos hacia Alicún para encontrarnos
con sus aguas termales. Recorrimos el Acueducto del Toril por buena parte de su
trazado, comprobando cómo esta acequia milenaria -que se eleva sobre
serpenteante lienzo de roca caliza de considerable altura- aún conduce las
aguas calientes desde una de las ocho fuentes termales que existen en dicho
paraje, configurando un enclave de espectacular y singular belleza.
El
intento de comer en el Balneario de Alicún de las Torres quedó abortado por no
haber mesa disponible y porque la elevada temperatura del salón hacía
asfixiante la espera. Nos encaminamos pues hacia Huélago, un pueblecito a unos
cuantos kilómetros en el que descubrimos un bar cuya dueña nos aconsejó que nos
dirigiésemos hacia una venta próxima que se llamaba El Puntal donde comeríamos
muy bien. Y así fue. Un menú por 10 euros con abundancia, calidad y simpatía
por parte de los camareros, hizo cambiar nuestros semblantes que ya demandaban
repostaje. Después, tomamos café y compramos algunas de sus especialidades en la
pastelería Calitos, que se encuentra en Guadarhortuna, no sin antes hacer una
parada en la torre de Torre-Cardela, la que necesita una intervención con urgencia y entrar unos metros en Moreda para ver su
pequeña plaza y la casa que fuera de los Benavides donde se halla la sede del
Ayuntamiento de Morelábor, que aglutina a Moreda y Larbocillas. La última
parada la hicimos contemplando el puente de hierro de ferrocarril que se alza
sobre el río Guadahortuna.
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