sábado, 1 de diciembre de 2018

EXCURSIÓN A GORAFE Y ALICÚN DE LAS TORRES



Aunque la climatología era adversa, como en las dos excursiones anteriores, los Caballeros Veinticuatro no nos amedrentamos por tal contratiempo y emprendimos el camino hacia el reino de Granada para visitar el Parque Megalítico de Gorafe y los baños y aguas termales de Alicún de las Torres.
Tras más de hora y media de camino, llegamos hasta la zona alta del parque donde se encuentran los dólmenes o tumbas milenarias más antiguas del lugar; una zona donde hay descubiertos más de doscientos sepulcros megalíticos distribuidos en diez necrópolis, convirtiéndose por ello en el parque arqueológico de más importancia a nivel europeo, dado que aquí se encuentra la mayor concentración de construcciones prehistóricas de este tipo. Tras recorrer esas tumbas, todas orientadas al saliente, y contemplar el gran espectáculo que ofrece la depresión del río Gor que se presenta como un cañón de doce kilómetros de largo, nos dirigimos a la pequeña población de Gorafe para visitar el Centro de Interpretación del Megalitismo, donde tuvimos la fortuna de que nos hiciera de guía una simpática ubetense, Rocío, hija de Gabriel Campos Jimeno.






Después de tomar un tentempié en el Hogar del Pensionista de esta pequeña población y tratar de descubrir su castillo del que no existen prácticamente vestigios, nos dirigimos hacia Alicún para encontrarnos con sus aguas termales. Recorrimos el Acueducto del Toril por buena parte de su trazado, comprobando cómo esta acequia milenaria -que se eleva sobre serpenteante lienzo de roca caliza de considerable altura- aún conduce las aguas calientes desde una de las ocho fuentes termales que existen en dicho paraje, configurando un enclave de espectacular y singular belleza.






El intento de comer en el Balneario de Alicún de las Torres quedó abortado por no haber mesa disponible y porque la elevada temperatura del salón hacía asfixiante la espera. Nos encaminamos pues hacia Huélago, un pueblecito a unos cuantos kilómetros en el que descubrimos un bar cuya dueña nos aconsejó que nos dirigiésemos hacia una venta próxima que se llamaba El Puntal donde comeríamos muy bien. Y así fue. Un menú por 10 euros con abundancia, calidad y simpatía por parte de los camareros, hizo cambiar nuestros semblantes que ya demandaban repostaje. Después, tomamos café y compramos algunas de sus especialidades en la pastelería Calitos, que se encuentra en Guadarhortuna, no sin antes hacer una parada en la torre de Torre-Cardela, la que necesita una intervención con urgencia y entrar unos metros en Moreda para ver su pequeña plaza y la casa que fuera de los Benavides donde se halla la sede del Ayuntamiento de Morelábor, que aglutina a Moreda y Larbocillas. La última parada la hicimos contemplando el puente de hierro de ferrocarril que se alza sobre el río Guadahortuna.

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