El histórico y centenario Real Monasterio de Santa Clara, es el que lleva llamando nuestro interés desde hace ya algún tiempo. Aparte de los problemas en la cubiertas que puede tener o espacios interiores, nosotros, la ciudadanía y el visitante, lo que contempla cuando está frente a su fachada, principal y lateral, es el notable desgaste y la grave erosión que padecen sus sillares de piedra caliza. En su día, alzamos nuestra voz en algunos medios de difusión para que se pusiera remedio a esas exfoliaciones tan profundas que están dañando la fachada, sobre todo en el arranque. Nosotros nos preguntamos que debe de existir la fórmula para que, alguna o algunas instituciones, puedan intervenir en esta restauración, como es la sustitución de los sillares que padecen el llamado “mal de la piedra”, algo que ya se hizo hace muchos años en la fachada del palacio Vázquez de Molina. Teníamos entendido que la comunidad de religiosas franciscanas estaba dispuesta a contribuir en lo que pudiera para llevar a buen puerto dicha restauración y darle larga vida a la fachada de este edificio cargado de historia. Ojalá y así lo deseamos, que en algún estamento público y religioso (o en ambos), haya una pequeña partida para destinar a tal fin.
Sobre
el origen del monasterio
Según el profesor de Historia del Arte, José Joaquín
Quesada, el convento de Santa Clara estuvo ubicado en sus inicios a las afueras
de la muralla, para más señas en la actual calle Rastro. Cuando Pero Gil
invadió Úbeda en 1369 aliado con las tropas del rey musulmán de Granada, este
recinto de oración quedó destruido. Enterado el Papa Gregorio XI de esta
desvantación, ordenó en 1373 que el nuevo convento que se alzase intramuros
para su mayor protección. En efecto, así se hizo, pues se edificó sobre unas
casas que les habían sido confiscadas a los judíos por el rey.
Hasta ahí lo que se
conoce; sin embargo la pregunta viene ahora: ¿Es posible que el nuevo convento
se levantara aprovechando lo que anteriormente fuera una alcaicería o lonja?
Porque en Úbeda, dada su importancia estratégica y comercial, tuvo que tener en
la época medieval una espléndida lonja la cual era casi siempre controlada por
mercaderes judíos y que se encontraba en el corazón de la población.
En algunos de los viajes que han realizado varios caballeros, curiosamente han visitado ciudades con patrimonio medieval como lo son Sagunto o Tortosa y en ellas aún existen en pie, aunque dedicadas a otros menesteres, las antiguas lonjas con un trazado y un corte arquitectónico que dominaba en aquella época. Da la coincidencia que sus arcadas y estructura es idéntica a las que existen en el monasterio de Santa Clara, tanto como en la zona del recibidor donde se halla el torno, como en las dependencias donde se ubica el Centro Municipal de Información a la Mujer con entrada por la calle Juan Pasquau López y que pertenecen al mismo recinto. Por tanto, para nosotros, tras los muros del Monasterio de Santa Clara aún se mantienen en pie muchos vestigios de lo que en la Edad Media fue la lonja o alcaicería de Úbeda, vamos, y por sus dimensiones, el gran mercado de abastos de la época.
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