Hace meses la junta directiva de la cofradía de
Nuestra Señora de la Soledad puso en marcha una iniciativa para restaurar el
tejado de la torre campanario de la iglesia de San Millán donde tiene su sede
esta antigua y rancia hermandad. A esta empresa la llamaron “Operación Teja” y
consistía en sensibilizar al pueblo ubetense para que colaboraran con la compra
de una teja con la que rehacer la cubierta de la torre. Con un donativo de 20
euros se sufragaba la compra de una teja vidriada en color caramelo y la
cofradía en correspondencia gravaría el nombre del donante en ella; también le
obsequiaría con una réplica en miniatura. El precio de coste de ambas tejas confeccionadas
por el alfarero Melchor “Tito”, serían de 7 euros, con lo que la cofradía
tendría un beneficio de 13 euros que destinaría en otros gastos, tales como el
material complementario y el montaje de andamio que se llevó un pico. Y el
pueblo, hermanos, cofrades de otras hermandades, colectivos y algún que otro
simpatizante foráneo de la causa, han colaborado llegando a contabilizarse
alrededor de unas quinientas tejas adquiridas. Todo un gesto de solidaridad y
una iniciativa digna de admiración.
Una vez conseguidos todos los
permisos, un puñado de directivos y hermanos de la misma con conocimientos y
experiencia en albañilería y cantería, se pusieron manos a la obra a las
órdenes de Nicolás López, y durante varios fines de semana han trabajado
desinteresadamente para restaurar y dar a la torre campanario el magnífico aspecto
que hoy ofrece. Aparte de este excelente trabajo, también han limpiado las
cubiertas de la iglesia.
Los responsables de
esta “aventura” y de su puesta en marcha, están sumamente orgullosos por haber trabajado
en dicha obra de restauración que dará larga vida al campanario y de paso
ofrecerá un aspecto novedoso por lucir una teja de barro vidriado con el color
típico ubetense, como el de los antiguos lebrillos que se fabricaban otrora en
los alfares de la calle Valencia. Y están doblemente satisfechos porque cuando
se trata de trabajar por su “Madre”, no escatiman esfuerzos quintándoselos de
horas a sus familias. Muchos reconocen que tal vez no sean de misa habitual,
pero lo que sienten por esta imagen y lo que les trasmite es indescriptible,
teniendo su máximo exponente en la tarde del Viernes Santo cuando Ella se
mezcla con el pueblo experimentando momentos muy intensos en lo más profundo de
cada hermano.
Este es un claro
ejemplo de compromiso de cofrades por defender y luchar por su iglesia, la casa
de su Soledad. Y lo han hecho de motu proprio sin pedir ayuda al obispado que
es en definitiva el propietario del inmueble y del que -por descontado- no han
recibido ni un euro. Reconocen -en este sentido- que el apoyo moral y el ánimo
a su denodado trabajo lo han recibido
del sacerdote responsable durante algún tiempo de San Pablo, don Robustiano
Gallego.
Nuestra teja y algunas
más de varios allegados, hoy están protegiendo la casa de una imagen con gran veneración
popular y salvaguardando parte de nuestro patrimonio.
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