“Y es que la relación de Carlos V con su ciudad natal no fue muy buena que digamos. Una sublevación contra él motivó la humillación pública de los ganteses. Algunos fueron decapitados (sus nombres lucen en una placa bajo la puerta que se conserva del palacio). La campana Roeland, símbolo de la independencia gantesa, fue bajada de la Torre Municipal. Y el 3 de mayo de 1540, un cortejo de habitantes de Gante, descalzos, con una camisa y una soga al cuello salió desde el Ayuntamiento hasta la Corte de los Príncipes, donde tuvieron que pedir clemencia al emperador. Cada año, los ganteses siguen saliendo en procesión con la soga blanca y negra al cuello (hoy convertida en símbolo de la ciudad), que llevan con orgullo".
Escasísimos vestigios de Carlos (Karel) existen en Gante, dado que no queda huella alguna del gran castillo que erigió, sólo una placa que da nombre a una plaza donde otrora se alzaba el mismo. Y una escultura en bronce que regaló la ciudad de Toledo (1988) a Gante, ha estado como arrinconada hasta que hace pocos años la alzaron en una coqueta plaza muy cerca del lugar donde nació. Así es que si vais a Gante, no presumáis de tener un emperador común, que allí, con los suyos, hizo el agua fresca.

