Quizás lo recuerden. Se trataba de un anuncio publicitario, ya hace años, de TVE. En el mismo, se nos quería comunicar las excelencias del producto “ZUMOSOL”. Viene escenificado de esta forma: un pequeño grupo de niños, en el que había uno más delgaducho y quizás algo más frágil que sus compañeros. En un tono jocoso, el pequeño era objeto de las bromas de sus amigos, sintiéndose indefenso, hasta que aparecía su primo para defenderle; entrando así en escena un fornido, robusto y sonriente jovenzuelo como pacificador y protector de su desamparado pariente. Los demás niños quedaban admirados y algo temerosos de la fortaleza de ZUMOSOL, el cual los invitaba a consumir el producto.
Ocurre que en nuestra querida
ciudad y en su perímetro más noble, el casco antiguo, aparecen dos árboles, un
ciprés y un laurel que están -según pensamos- en un lugar equivocado. Teniendo
en cuenta que con la que está cayendo y las muchas preocupaciones de nuestros
munícipes, es cosa secundaria y menor éste dilema; precisamente por ello la
solución pudiera ser más factible. ¡Qué hermoso! ¡Qué esplendoroso! y ¡Cómo
crece! cada año el LAUREL que poco a poco va oscureciendo la fachada de uno de
nuestros más emblemáticos monumentos, el Hospital de Santiago; parece que lo
engordaran con el famoso Zumosol.
La verdad es que no hay forma de
tomar un plano panorámico de nuestro particular Escorial sin que aparezca la
frondosa espesura de sus verdes hojas.
Creemos que el obispo D. Diego de los Cobos –mecenas- y el maestro
Andrés de Vandelvira –ejecutor de la obra- se sentirían bastante incomodados
ante el más telón que decorado, y que crecerá y crecerá sin que nadie lo
remedie llegando a eclipsar en gran parte tan preciado edificio.
La otra cara de la moneda es, EL
PRIMO, o sea, el CIPRÉS que hasta hace apenas un mes se erguía en un lugar
inapropiado. Parece que no había más sitio en Úbeda para plantar tan evocador
árbol que este pequeño y bello rincón que compite con la puerta de La Consolada. Aún no
estorbaba mucho porque era flacucho, encorvado, endeble y quebradizo, pero con
el tiempo se hubiera hecho mayor tapando entonces totalmente la pequeña y bella
portada que hasta hace poco sólo se atrevía a entorpecerla para dividirla en
dos. ¡Nuestra enhorabuena por tan sensata actuación!
Cuando de la tala de árboles se
trata, enseguida aparece la controversia; los ecologistas entran en acción. Sabemos
que el mencionado laurel y de rechazo otras especies arbóreas -que ya
mencionaremos en otro apartado- tienen sus defensores y los respectamos.
Vemos también que la naturaleza
en forma del líquido elemento se ha ocupado de hacer desaparecer una importante
obra de Vandelvira, como es el Puente de Ariza. Al bajar el nivel del agua,
ante la “pertinaz sequía” el que se pase por allí podrá observar el deterioro
que se está produciendo en el monumental puente. Nos gustaría rescatarlo para
nuestro patrimonio pero el agua escasea cada vez más y este tipo de obras es
necesario para el común.
En definitiva y sin irnos por Los
Cerros, nuestra opinión es la siguiente: Que el LAUREL se debería extraer con
las garantías posibles y trasladarlo a otro lugar. En cuanto al pequeño CIPRÉS
ya desaparecido, aconsejábamos su trasplante al desértico patio del claustro de
Santa María o en el camino del cementerio donde están todos sus hermanos.
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