Una joya para
conservarla y mimarla como legado que
ya pertenece al Patrimonio de la
Humanidad
Nuestro
colectivo jamás ha entrado en valorar y opinar sobre cuestiones de carácter religioso
como es la Semana Santa, aunque por esta vez entendemos que vamos a tocar un
tema que se ha convertido en un legado más a defender como parte intrínseca de
nuestra herencia cultural y patrimonial.
Cuando un evento (decimos evento
para aglutinar todo aquello que bajo este nombre se puede llevar a cabo), se
acomete durante las mismas fechas y en un periodo determinado del año, decimos
que se convierte en COSTUMBRE, y cuando esa costumbre se sucede a lo largo de muchos
años consecutivos decimos, para reforzar más ese hecho, que es una TRADICIÓN.
Y para rizar el rizo, cuando esta tradición supera los 100 años de antigüedad
decimos que ya forma parte de nuestro PATRIMONIO CULTURAL y entra a ser un
fragmento de la idiosincrasia histórica de nuestra ciudad.
Decimos
esto en referencia a nuestra Magna Procesión General del Viernes Santo, Patrimonio
Histórico Artístico de nuestra ciudad y seña de identidad de nuestra Semana
Santa que, desde 1897, viene celebrándose hasta nuestros días. Venimos escuchando,
y cada vez con más fuerza y en diferentes tertulias, que es un evento que sobra…
que es repetir lo mismo de lo mismo… que debiera celebrarse cada equis años… que
ya no tiene sentido con la incorporación de las nuevas cofradías... que la
forma de llevar los tronos ha cambiado… etc., etc.…
Nosotros
desde aquí queremos romper una lanza, el escudo y hasta nuestra espada, a favor
de que esta magnífica e incomparable manifestación cultural-religiosa que hace
una labor de catequesis plástica para los creyentes a través de nuestras
imágenes y tronos, y acompañada de sus correspondientes hermanos cofrades con
todos sus atributos procesionales, se perpetúe en la historia de nuestra ciudad
para bien de las futuras generaciones.
Y porque la Úbeda monumental distinguida como Patrimonio de la Humanidad lo
es gracias a su Plaza de Santa María o de Vázquez de Molina, en donde cada año,
en el atardecer del Viernes Santo se forja un cuadro inigualable que la hace
aún más grande. El emblemático espacio se llena de un colorido espectacular con
penitentes de nuestras cofradías, sonidos lejanos de tambores y trompetas que
se van acercando, las centurias romanas y las valiosas esculturas convertidas
en imágenes sagradas irradiando espiritualidad y devoción. Esta escena
aparentemente caótica pero llena de atractivo y belleza, es el comienzo de un
momento trascendental en nuestra Semana Santa y en nuestra ciudad. Aunque sólo
fuera por componer este cuadro inigualable en escenario tan prodigioso, valdría
la pena mantenerlo como agradecimiento a nuestros antepasados que lo hicieron
posible y generaciones posteriores lo han sabido mantener y engrandecer.
Pedimos pues, a los jóvenes -dado que está en sus manos- que no se
pierdan estos momentos de vitalidad, de bullicio, de hermosura y que sigan
siendo el origen del acontecimiento anual de nuestra Magna Procesión General
que es en definitiva lo que nos distingue de otras Semanas Santas a las que
tanto nos estamos acercando en detrimento de lo nuestro, de lo genuino, de lo
autóctono. Sólo supone un esfuerzo más y aplaudimos los que así lo hacen en
esta procesión especial. Estamos convencidos que entre todos conseguiremos su perpetuidad;
así lo demanda el espíritu de nuestros antepasados y así lo pedimos los
Caballeros Veinticuatro.