lunes, 31 de marzo de 2014

REENCONTRÁNDONOS CON LA IGLESIA DE SAN LORENZO


¿Cuánto más nos hubiese costado al erario público
si esta intervención no la lleva a cabo la iniciativa particular?

El sábado 15 de marzo a las cinco de la tarde quedamos con los de la Fundación Huerta de San Antonio para que nos enseñasen la iglesia de San Lorenzo. Esta iniciativa, la de mostrar los monumentos en restauración, es una idea que puso en marcha la Fundación Catedral de Santa María de Vitoria bajo el título registrado “Abierto por Obras” a la que se han adherido estos promotores ubetenses. Por mediación de Antonio Berlanga, su hermano Manuel junto a su señora Mª Carmen sirvieron de cicerones durante el recorrido ya marcado y que nos ocupó dos horas, sin embargo a nosotros nos supo a poco, dado que a las explicaciones también añadimos nuestros conocimientos que fueron bien acogidos.
Las primeras explicaciones de introducción las hicieron en la puerta principal del templo para después acceder a su interior. Con una pequeña historia del mismo tratando de resumir ocho siglos en unos minutos y unas breves reseñas del altar mayor, capillas, coro y enterramientos de linajes nobles, nos introdujeron en siglos atrás, mientras intercalaban comentarios sobre las actuaciones de urgencia realizadas en muros, cubiertas y otros lugares que lo demandaban.
Pasamos al espacio que habitó hasta finales de los años 90 su última campanera Paca Fernández Leiva, aunque en realidad ésta era la hija, porque la titular fue su madre. De esta dependencia accedimos al patio presidido por un centenario pozo que sirvió de venero inagotable para la planta de hiedra que en 1942 plantó Paca de la que ella refería: “Me tenía que haber comido la mano un marrano cuando la planté”. Por cierto, comentan los responsables de las obras que la planta trepadora, aunque a la fachada y espadaña no había hecho mucho daño (de momento), sí que tenía destrozado un muro de adobe, precisamente el que daba a la vivienda.
La visita continuó mostrándonos las plantas altas que daban al campanario y a su vez informándonos sobres las intervenciones realizadas en cada momento y en cada lugar,  junto a los hallazgos que se han ido encontrado. Como manifestaba nuestra interlocutora: “Ahora tratamos de reescribir y documentar la larga historia de este desconocido templo que se alzó sobre una antigua mezquita adosado a la muralla y en un lugar estratégico”.
Proseguimos por la barbacana de la muralla convertida en un privilegiado mirador del alto Guadalquivir desde la cual se aprecian otros descubrimientos de la antigua construcción que aguardaban tras algunos tabiques, junto a un lienzo de muro que pudo servir de matacán. 
El último tramo da a un torreón elevado en su día bajo la supervisión de don Rafael Vañó para albergar un trasformador de luz, pero que no desentona con el entorno. En la parte trasera del edificio nos encontramos una puerta cegada figurando en su clave esculpida la parrilla de San Lorenzo junto a la inscripción “Mayordomo Álvaro de Molina”. Este lugar, que parece un pequeño huerto, fue en tiempos remotos un enterramiento de fieles y parroquianos.
Salimos a la calle por la puerta trasera el grupo de los Caballeros Veinticuatro junto con José Luis Latorre que se unió y los dos guías. Allí, mientras que nos despedíamos y agradecíamos la amabilidad de mostrarnos lo acometido, recordamos nuestra manifestación para el rescate de San Lorenzo en 2009. También hicimos algunas valoraciones y nos preguntábamos en voz alta: ¿Cuánto más nos hubiese costado esto a todos los ciudadanos si en vez de ser una empresa particular la que acomete las obras, hubiesen sido otros estamentos oficiales? Posiblemente le hubiéramos tenido que añadir un cero más al presupuesto de 300.000 €, cuando intervienen contratas, subcontratas, valoraciones, informes, proyectos, intermediaros y más intermediarios, aparte de algún que otro Bárcenas.
Aun queda mucho por hacer y por descubrir y esta fundación tiene por delante 50 o 60 años para llevarlo a cabo, tiempo de cesión que le concede el obispado (que ha sufragado el 50 por ciento de las obras) como contraprestación y que hagan uso del edificio para actividades culturales. Nuestro colectivo aplaudió y aplaude esta iniciativa que ha hecho que este monumento no desaparezca y anima a otros “mecenas” cuyas posibilidades lo permitan para intervenir en la ermita de San Bartolomé, por ejemplo. 






Fotos.- Luis Mª Jimena y JASA