viernes, 3 de junio de 2011

EL MOLINO DE PALOMO

La existencia de este molino de cereal se remonta, cuanto menos, a mediados del siglo XVII. Era curioso encontrar un molino a la vera de un arroyo, y éste estaba en el Arroyo de Alvar en el paraje conocido como Fuenteredonda. Tenía tan sólo una piedra de moler y parece ser que fue abandonado hace más de un siglo. Debido al lugar donde estaba ubicado sobre un terreno arcilloso inestable, poco a poco la inclinación de su estructura cada vez era más notoria, máxime cuando las aguas del arroyo se convertían en correntías que iban horadando sus cimientos.
A lo largo de los años muchos amantes de la historia ubetense se han desplazado hasta este lugar para contemplar in situ su maciza y majestuosa torre construida a base de piedra y calicanto. Hasta él se acercaron –también- los Caballeros 24 en una de sus primeras excursiones allá por 1999, haciéndonos trasportar en el tiempo en que Felipe Afán de Rivera de la Peñuela arrienda el mismo a Félix Pérez de Vera el 10 de julio de 1685 (Ginés Torres).
El caballero Mercader ha sido testigo de los últimos años de su erguida existencia, dado que en las inmediaciones poseía su suegro un olivar que ahora labra Lorenzo Rodríguez, su cuñado, y era obligado pasar ante el mismo para acceder a dicha finca ubicada en lo que se conoce como la Pasada de Tacones.
El pasado mes de agosto de 2010, una enorme tormenta descargó por la zona tanta agua que lo que era un arroyo que se atravesaba dando un salto, lo convirtió en una especie de cañón. El torrente de agua fue tal que se llevó por delante olivos enteros y por descontado descarnando peligrosamente la base donde se sustentaba los restos del molino. Pero aguantó en pie cual valiente guerrero. El pasado invierno se han medido en nuestro término alrededor de 800 litros por metro cuadro, provocando la filtración de agua que cada día su inclinación fuese a más. Hasta que llegó el pasado mes de mayo en que su estructura perdió el centro de gravedad y cayó sobre la caja del arroyo partiéndose en dos bloques compactos y dejando al descubierto la oquedad por donde entraba el agua para, una vez despeñada por su desnivel vertical, provocar el movimiento de la piedra de moler.
Y en ese mismo lugar donde el agua le dio la vida, también le dará sepultura y con el paso de los años o siglos, quedará enterrado igual que un rengloncito de nuestra historia. Pero nosotros, los “Caballeros Veinticuatro” del siglo XXI, lo vimos en pie.

Foto JASA año 1999

Foto Lorenzo Rodríguez, abril de 2011

Foto Lorenzo Rodríguez Alhambra, mayo de 2011

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